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Festivales de Cine
El Edinburgh Film Festival acaba de empezar. Cada año hay programa especial dedicado a un país, y este año el foco está puesto en España. Xosé Ramón Rivas, programador de este festival, ha participado en la selección de películas y cortometrajes. Apuntes para una película de atracos, de Elías León Siminiani, es una de las piezas que ha elegido, y podrá verse en la Filmhouse el 24 y el 26 de junio.
Si algo hemos aprendido de esta edición de IberoDocs es que Brasil y Andalucía va mucho más allá de sus tópicos. Andalucía tiene el flamenco, pero incluso lo más representativo de esta comunidad es un arte desconocido para la mayoría de nosotros. Varios de los documentales profundizaron en este arte, evitando visiones simplistas y superficiales, pero Andalucía también tiene otra historia que apenas se nombra. Su pasado árabe, su lucha por reconocer su autonomía, los muertos por el franquismo. Rubén Darío ya hablaba de la tristeza de esta región, encarnada en la voz desgarrada del cante jondo.
IberoDocs, en su sesión de cortometrajes en colaboración con Edinburgh Short Film Festival nos relató ocho vidas, y casi dos semanas después sigo pensando en cuatro de ellas.
Sofía, la protagonista de Las llaves de la memoria, es una estudiante universitaria que prepara su tesis doctoral sobre la historia del pueblo andaluz, su pueblo. Ella será el único personaje de ficcion de este filme documental que ha formado parte de la programación que Mar Felices, directora de IberoDocs, nos ha traido a Glasgow y Edimburgo durante, esta, la sexta edición del Festival de cine documental español, portugués e iberoamericano, cuyo foco este año estaba puesto en Andalucía y Brasil.
Yorimatã cuenta la historia de dos mujeres, Luhli y Lucina, que se unieron, dentro del movimiento hippie de los 70 para crear en el mundo de la música experimental convirtiéndose en pioneras de la escena musical independiente brasileña. Juntas escribieron más de 800 piezas, usando guitarras y tambores y apartándose siempre del mundo comercial musical, negándose a entrar en el mercado discográfico y dirigiendo su creación artística hacia la Umbanda, una religión sincrética brasileña.
Con la ley de amnistía de 1977 no solo se impuso el perdón, sino el olvido. Pero cómo olvidar los muertos en las cunetas. Los muertos deben ser rescatados del instante de su muerte, porque es la única manera de los que quedamos podamos sobrevivir a ella.
El silencio de los otros, producida por Pedro Almodóvar y dirigida por Almudena Carracedo y Robert Bahar, es la historia de la herencia franquista, de los más de 100.000 asesinados enterrados en fosas comunes. Todavía viven algunos hijos de aquellos muertos.
Todavía luchan para que aquel segundo en el que dejaron de respirar no se quede encadenado a una cuneta.
María Martín, hija de una de las víctimas, se acercaba cada cierto tiempo a dejar flores en el lugar en el que creía que yacía su madre. La anciana, sentada al borde de la carretera, seguía velando su cuerpo; un cuerpo intuido y llorado pero nunca visto; abandonado allí por quien le había quitado la vida.
Esta ley del silencio sigue vigente. Incomprensible, cuando en el resto del mundo muchas democracias jóvenes han eliminado esta legislación, creada al final de sus dictaduras. España había sido incluso un país pionero, cuando Garzón logró llevar a juicio a Pinochet. Pero quieren convertir los muertos propios en innombrables, así que en nuestro caso también ha sido otro país, Argentina, el que consiguió llevar esta caso a juicio.
Hablan de la inconveniencia de cerrar heridas, pero algunas nunca han cicatrizado. El silencio de los otros es la historia de una herida a la que han intentado tapar con tierra; una herida infectada, como si esto pudiese causar amnesia.
23 disparos también es una lucha contra el olvido. Dirigido por Jorge Laplace, este documental supone un trabajo de investigación sobre la muerte violenta de Manuel José Garcia Caparrós, ocurrida en Málaga el 4 de diciembre de 1977 durante una manifestación a favor de la autonomía de Andalucía. Uno de los policías que había estado presente ese día, lleva a cabo una investigación sobre estos hechos que nunca han sido aclarados. A través de entrevistas a sus hermanas, a asistentes a la manifestación, a policías que estuvieron presentes pero que nunca habían hablado ante una cámara, se va reconstruyendo los acontecimientos que, aún así, siguen teniendo demasiados interrogantes.
Todo apunta a que la información ha sido ocultada, incluso manipulada. La insistencia de muchos policías en que solo se habían realizado disparos al aire, contrasta con los 22 disparos extraídos de muros cercanos. El número 23 mató a Manuel José García Caparrós.
La investigación tiene lugar 40 años después. Sus hermanas siguen reclamando su derecho a saber por qué una bala acabó con la vida de su hermano, de apenas de 18 años. Una vez más, la incertidumbre no deja cicatrizar, a veces solo acelera otras muertes: su madre y su padre fallecieron poco después, fracasando en cada intento de mantener abierto el caso.
Y cómo se recuerda algo así después de 40 años: las hermanas convirtieron el dolor en empeño de saber la verdad. Los policías, algunos, persiguen lo contrario: los que saben parecen querer olvidar, desdibujar el recuerdo hasta que todo parezca improbable.
En 1977 nos dijeron que el olvido y el silencio nos salvarían. Nadie consiguió olvidar, pero los que recuerdan, se están muriendo. El silencio, ahora así, se está convirtiendo en amnesia. Como país, tenemos demasiadas lagunas en nuestra memoria, y sabemos de sobra lo que pasa en las sociedades que no conocen su historia. Quizás esa sea una de las sesiones más amargas de IberoDocs, pero también de las más necesarias. Por suerte, todavía estamos a tiempo de recordar.
El jueves 9 de mayo se proyectará El silencio de los otros (6 pm) y 23 disparos (8.30 pm) en el Scottish Storytelling Centre de Edimburgo, dentro del festival IberoDocs.
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Imágenes © Sus autores / Son fotogramas de las películas
La zarza arde Pero no se consume Los campamentos de refugiados se destruyen Pero la gente reaparece Flujo continuo de la vida La vida vuelve Porque la vida se habita a sí misma Arde Pero no se consume
Año 2015. Una mujer traduce textos en un pequeño apartamento de Calais. Muy cerca, en la jungla, sobreviven, malviven, miles de refugiados
Año 1347. Seis burgueses son desterrados de la ciudad de Calais. A cambio, el rey Eduardo III de Inglaterra perdona la vida al resto de los habitantes de esta ciudad a orillas del mar.
Los burgueses de Calais. La última frontera, de Jesús Armesto, es un collage de imágenes y de palabras dirigidos a nuestra conciencia; un recordatorio del trato inhumano que estamos dando a los inmigrantes dentro de nuestras fronteras.
El jurista Baltasar Garzón; Helena Maleno, defensora de los derechos humanos; la fotógrafa Isabel Serro; Pascale Ruffel, psicóloga; Blanca Garcés, investigadora del area de migraciones y Bichara Khader, especialista en el mundo árabe, analizan el sinsentido de esta crisis. No se debe a fenómenos naturales e inevitables, sino a falta de actuación de las sociedad occidentales ante un problema del que somos responsables.
Nos recuerdan que las migraciones siempre han sido parte de la historia de nuestra especie, que el mestizaje es el único modo de perpetuarse, que no vale de nada cerrar vías, porque la desesperación abrirá otras y serán más arriesgadas.
6000 personas llegaron a vivir en la jungla; el campamento ya no existe pero “el flujo continúa, la vida vuelve”. Ya no existe pero por un momento pareció un bucle eterno, un purgatorio inmerecido en el que sobrevivieron creando escuelas, iglesias, excusas para seguir viviendo. Hambre, frío, y lo peor: la esperanza perdida, desangrada en los alambres con espinas que impedían destruir el bucle. El campamento fue cárcel y hogar al mismo tiempo.
No puedes olvidar hablar de la fragilidad La piel es frágil La infancia es frágil La voz es frágil Huidiza La piel sobre el alambre es frágil Un papel mojado es frágil Frente a la bola de acero de un bolígrafo
Y mientras, a sus espaldas, Calais. Una ciudad pobre, y la perversidad de un sistema que genera recelo entre dos comunidades igual de ignoradas.
Jesús Armesto creó poesía uniendo dolor, imágenes y voz. Una vecina de Calais lavaba la ropa de los refugiados, la plegaba con dulzura y la guardaba en una bolsa. Gracias a ella, nos permitimos mantener la esperanza.
Los burgueses de Calais. La última frontera será proyectada en Edimburgo el 4 de mayo a las 4 pm en el Rose Theatre (Edimburgo) dentro del festival IberoDocs
“Si Brasilia fuera una persona sería una mujer, vagaría al son de la Bossa Nova. Tendría un aire chic y despreocupado. Sería elegante e iría bien vestida”. Esta es la descripción que Gabriela, una joven arquitecta de labios rojos y gafas a lo Bob Dylan, nos hace de Brasilia. Una de las perspectivas de esta ciudad a la que a menudo se ha descrito como “utópica”.
Un vendedor ambulante, una estudiante de archivología que oposita para un cargo público, una joven que terminó la carrera en Maastricht y durante dos años vivió en Berlín trabajando como arquitecta, una empleada del hogar que lava sus platos en un patio sin techar y convive con su ex-marido en una casa a la que han dividido con un muro… Ellos son algunos de los protagonistas del filme Brasilia: La vida después del diseño. Sus reflexiones y experiencias vitales nos irán desgranando las distintas realidades de la ciudad que habitan.
IberoDocs, festival de cine documental español, portugués y latinoamericano, dentro del Foco Brasileño, nos acercó a Escocia esta película. Su director, Bart Simpson, plantea la revisión de un proyecto que surgió a mitad del siglo pasado: Brasilia.
En 1956 se comezará la edificación de la que es hoy en día una de las ciudades capitales de más reciente construcción en el mundo.
¿Pero qué es lo que hace a Brasilia distinta? Al fin y al cabo no es el primer proyecto de espacio urbanístico. San Petersburgo, La Plata, la New Town de Edimburgo e incluso Mileto en la antigua Grecia, ya organizaron sus calles y manzanas de forma racional y cartesiana. ¿Por qué se habla de utopía, por qué “Capital de la Esperanza”?
A mediados del siglo XX, en un contexto histórico traumático, donde el mundo ha vivido dos guerras globales devastadoras. Brasil y su presidente de orientación socialista, Juscelino Kubitschek, soñarán con un nuevo renacer para el país, la creación de Brasilia. Una ciudad donde se eliminarían las clases sociales, donde hombres y mujeres compartirían un espacio bien estructurado y funcional, lleno de zonas verdes, con fácil acceso a la atención médica… Un sector para cada aspecto de la vida. Sería el resurgir glorioso del gigante sudamericano.
Brasilia, como ningún otro lugar en el mundo, se adhirió de esta manera a los principios planteados en la Carta de Atenas de 1933. Manifiesto que apostaba por “la ciudad funcional” donde el trazado urbanístico sería zonificado acorde a los usos y necesidades de una “sociedad moderna”, para así poder “habitar, circular, trabajar y recrear el cuerpo y el espíritu”. Era el ideal de Le Corbusier.
Dicha magnum opus sería levantada gracias a dos visionarios: el urbanista Lúcio Costa y el arquitecto Oscar Niemeyer. Este último considerado, junto a Le Corbusier, Frank Lloyd Wright, Walter Gropius y Ludwig Mies van der Rohe, uno de los arquitectos más influyentes de la arquitectura del siglo XX.
-Juscelino (Kubitschek) me llamó y me dijo “mi intención es construir una capital diferente. Quiero algo bello y que muestre la grandeza del país”- Oscar Niemeyer.
A 2000 kilometros de la Amazonia, y a 18 horas de Río, en el centro de Brasil, comenzará la cimentación de la nueva urbe. La idea era dirigir hacia el interior la población del país que tendía desde hacía siglos a la aglomeración en su litoral, dejando grandes zonas del territorio abandonadas.
Durante más de 3 años hombres y máquinas trabajaron sin descanso. Niemeyer, Costa, un equipo de 15 arquitectos, doctores, abogados, periodistas y unos 60.000 trabajadores o “candangos”, nombre con el que se conocían a los obreros llegados hasta Brasilia, dieron forma a este espacio cívico que visto desde el cielo evoca la figura de un pájaro futurista.
El diseño constaba de un llamado “Plano Piloto” con un primer eje que albergaría los edificios gubernamentales y un segundo eje compuesto de micro-comunidades destinadas a las viviendas de los ciudadanos. El Plano está rodeado de 31 “Ciudades Satélites” y el número sigue creciendo. Este Plano Piloto fue declarado Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad por la Unesco en 1987.
El sueño igualitario de Brasilia se llegó a vivir durante su construción ya que obreros y funcionarios compartían los campamentos y comidas, vestían igual, alternaban juntos tras la jornada laboral… “Realmente pensábamos que la sociedad podía mejorar, que los hombres seríamos todos iguales” Narra Oscar Niemeyer. El espejismo desaparecería el mismo día de la inauguración, pues “con ella legaron los políticos, los hombres de negocios, la diferencia de clases y el poder del dinero. Realidad que aún sigue ahí”, explica el arquitecto.
Los desequilibrios sociales y los problemas de superpoblación a los que Brasilia, como muchas otras megaciudades en el mundo, se enfrenta, se ven agravados por el hecho de que ese primer Plano Piloto, al tener el rango de Patrimonio de la Humanidad, no se puede modificar. Algo absolutamente comprensible pero que obstaculiza la convivencia en un espacio que lejos queda de su idílica concepción original. La soledad de sus habitantes es intrínseca a su arquitectura. Es este, quizás, uno de los mayores desaciertos de esta urbe de líneas elegantes y modernistas, ya que tiende a aislar al ciudadano en sectores, dificultando así la socialización.
Brasilia: La vida después del diseño, nos invita a reflexionar sobre la evolución y situación actual de la ciudad brasileña, pero es además un reflejo que nos hace plantearnos nuestra propia realidad. Pues como decía Stendhal “la novela es un espejo que ponemos en el camino” y quien dice novela, dice cine o dice arte en general.
Rubén Darío viajó a Andalucía en 1902 buscando luz, intentando sacudir la melancolía que acechaba bajo las nubes de París. Tenía apenas 35 años, pero su desarraigo familiar, su infancia difícil como niño superdotado y su madurez precoz se habían convertido en una carga demasiado pesada. El cansancio y la tristeza había degenerado en depresión y alcoholismo: el sol parecía la única medicina posible.